26 sept 2012

Les riuades del Vallés



Coincideix que aquesta setmana el Torpedo juga un partit amistós a Terrassa, al barri de les Arenes.
Pels qui potser no en sou conscients aquest va ser l'escenari d'una de les majors catàstrofes de la història recent del nostre pais. Ara fa 50 anys que es van produir les tristes riuades del Vallés, que es van emportar la vida de gairebé 1000 persones fonamentalment a Terrassa i Rubí i que van posar de manifest entre moltes altres coses, que això de l'urbanisme i de plantejar-se com i on construim té al seva importància.
El barri de les Arenes va ser un dels més arrassats.


Article publicat a El Pais el 26 de septembre de 2012



El trágico 25 de septiembre de 1962 cambió la historia del Vallès, entonces ya uno de los motores económicos de Cataluña y España, gracias a su potente industria (Sabadell y Terrassa concentraban el 70% de la producción textil del Estado). Un sector que creció gracias a la mano de obra llegada, principalmente, del sur de España y que se instalaba donde y como podía. En muchos casos, en casas autoconstruidas los fines de semanas en el cauce de ríos, aparentemente secos. Hace medio siglo la naturaleza reclamó su territorio y las lluvias torrenciales dejaron centenares de muertos en la comarca, barrios arrasados, industrias destruidas y miles de casas en ruinas.

El diluvio del Vallès dejó hasta 215 litros por metro cuadrado en Terrassa, 96 en Sabadell o 182 en Sant Llorenç del Munt, la cabecera de varios arroyos que se desbordaron al llegar a los núcleos habitados. Los datos oficiales cifran los muertos en 692. Los más afectados fueron Terrassa (327) y Rubí (260). En otros municipios como Sabadell, Ripollet o Montcada i Reixac, las víctimas mortales no superaron el medio centenar. Algunos expertos elevan la cifra de fallecidos hasta un millar, ya que muchos inmigrantes que vivían en las zonas arrasadas no estaban empadronados.

El fatídico día de hace medio siglo empezó tranquilo. Juana Biarnés acudió, como cada día, a la academia donde estudiaba periodismo; Montse Gascón fue al colegio; Pablo Gómez, a trabajar a la panadería; y Dolors Pont, al servicio de tuberculosis donde ejercía de enfermera. Por la tarde empezaron las fuertes lluvias y el agua comenzó a bajar por las rieras. Lo peor llegó cerca de las 10 de la noche, cuando el cielo se cerró todavía más y una tromba de agua excepcional se cebó con el Vallès Occidental durante un par de horas (también afectó, con menos consecuencias al Vallès Oriental y al Baix Llobregat).

Hacia las nueve de la noche, Juana Biarnés llegaba a Terrassa en Ferrocarrils de la Generalitat, desde Barcelona. Fue el último convoy que lo hizo. El siguiente frenó, gracias a la pericia de sus maquinistas, a pocos metros del puente de Les Fonts, que ya se había hundido. Al llegar a casa, Juana recuerda que se fue la luz y se empezaron a oír gritos. Vivía en la calle Pitágoras de Terrassa, al lado de la Rambla, una arteria de comunicación de la ciudad construida encima de la riera del Palau, que había sido canalizada. El colector no pudo asumir el cabal del agua y estalló, convirtiendo la Rambla en eso, en una riera. Su padre, un reconocido fotógrafo de la ciudad, instó a Juana a coger su cámara y ambos salieron a la calle. Ante el horror que se encontraron y la imposibilidad de hacer fotos en unas condiciones pésimas de luz, el padre lo tuvo claro. “Vamos a dejar las cámaras. Vamos a ayudar a la gente”.

El barrio del Escardívol de este municipio se llevó la peor parte. Allí vivía Juana Méndez, de 18 años. Pasadas las 10 de la noche, se oyó un fuerte estruendo y su madre gritó “¡La riera!”. El agua había crecido varios metros y no podían salir por la puerta. Tuvieron que hacer un agujero en el tejado. “Era de noche, pero los relámpagos eran tan seguidos, que parecía de día. Veíamos como las casas se caían una tras otra. Parecía el fin del mundo”, relata Juana todavía conmocionada. La familia Méndez consiguió escapar, pero a su vecino se lo llevó el agua. Días después hallarían su cuerpo sin vida en Sant Carles de la Ràpita (Tarragona).

En el momento de la tragedia, Dolors Pont tenía 36 años y era enfermera. Se salvó saltando por la ventana de su casa, en Rubí, y decidió hacer lo que mejor sabía. “Mi hermana y yo fuimos al Ayuntamiento para atender a los enfermos. Los vecinos que tenían coche se dedicaban a transportar los muertos al cementerio y los vivos, a los hospitales”.



Vías del tren de Renfe colgando a la altura de Les Arenes / EDUARD BROS

Con los primeros rayos de luz y sin apenas dormir, los Biarnés, padre e hija, salieron a la calle. Ya no llovía. El paisaje era desolador. Casas destruidas, calles inundadas ahora por barro, árboles y coches amontados, cuerpos sin vida y destrozados colgando de los árboles, tirados en el suelo… El horror lo recogieron en diez carretes. Pero nadie conocía la magnitud de la tragedia. Estaban incomunicados: los teléfonos no funcionaban, no había luz, las dos vías de tren habían quedado destruidas y las carreteras estaban bloqueadas. El padre de Juana la envió a Barcelona a revelar las fotos. La joven de 27 años enfiló la carretera de Martorell (la única practicable) y en autoestop llegó a la capital catalana. Consiguió revelar los negativos en casa del fotógrafo Antoni Campanyà, quien al ver el horror captado exclamó “¡Esto es peor que una guerra!”. Rápidamente se pusieron en contacto con Federico Gallo, presentador del telediario del mediodía en TVE y Juana llevó las fotos a los estudios de Miramar. Sus imágenes abrían el informativo del 26 de septiembre, revelando al país lo sucedido en el Vallès.

Mientras tanto, los vecinos intentaban organizarse como podían ante tanto horror. En el Escardívol de Rubí, el paisaje era dantesco. De hecho, no había escombros. Directamente no había nada. Las decenas de casas que horas antes ocupaban el solar, fueron barridas literalmente por el agua. “La gente se desmayaba al ver que todo había desaparecido de un plumazo”, explica Juana Méndez. Ella se quedó en la calle con camisón y zapatillas. De su familia no murió nadie, pero el barro inundó la vivienda hasta el techo y lo perdieron todo. Confiesa que no ha podido volver a ella. Los vecinos les dieron ropa y la familia, dinero. Un amigo les dejó una casa. “Tuvimos que empezar de nuevo”, concluye.


Manipulación franquista

El 25 de septiembre coincidió con un vacío de poder en Barcelona. Ni el Gobernador Civil ni el jefe provincial del Movimiento estaban ese día en la capital catalana. Habían viajado a Madrid. El corte de las comunicaciones también impidió a los alcaldes hacer llegar las llamadas de socorro. Lo consiguieron a la mañana siguiente, pero sin mandatarios que pudieran ordenar las tareas de rescate, la población se autoorganizó. En Terrassa, el sacerdote reunió a un grupo de jóvenes escoltas y les dijo: [Las autoridades] “No saben ni por dónde empezar. Así que lo que no hagáis vosotros, nadie lo hará”.

Estos embrollos políticos han sido recogidos por el periodista Ferran Sales y el historiador Lluís Sales en el libro ‘La riuada de Franco’, que explica cómo el régimen intentó convertir la tragedia en una campaña de propaganda para realzar la figura del dictador Francisco Franco. El Caudillo visitó los municipios afectados el 2 de octubre de 1968, dos días después que lo hicieran los entonces príncipes Juan Carlos y Sofía. Montse Gascón recuerda muy bien la visita del Generalísimo. “En la escuela estuvimos días ensayando en ‘Cara al sol’ y nos dieron banderitas para asistir al desfile”, explica a este diario.

El régimen controlaba todo, incluso quería influir en las tareas de rescate, que desde la noche del 25 de septiembre iniciaron espontáneamente los vecinos. Al día siguiente se añadían a estas labores los Minyons escoltas, cuya entrega fue elogiada por la premsa local, relegando a un segundo plano la intervención de las secciones juveniles o femeninas del Movimiento. Esto no gustó nada a los dirigentes franquistas. Tampoco ayudó que el entonces alcalde de Rubí, Miquel Rufé se negara a hacer vestir a los escoltas con camisas azules, las oficiales del partido. El edil lo consideró una petición superflua en un momento de tragedia. Pocas semanas después fue destituido.

Al régimen tampoco le hizo gracia la campaña de emergencia y solidaridad que por su cuenta montó el periodista Joaquín Soler Serrano a través de la emisora Radio Barcelona. El entonces ministro de Información, Manuel Fraga, tuvo la idea de reconducir esta oleada solidaria de una cadena privada en una campaña de propaganda en favor del dictador. Dolors Pont recuerda con emoción que la intervención y la entrega de Soler Serrano fue igual de importante, o más, que los que trabajaban rescatando personas a pie de calle. “Serrano inventó las maratones de solidaridad hace 50 años. Pedíamos comida o ropa y al cabo de pocas horas nos llegaba”. La ciudad de Terrassa inauguró el pasado domingo un monolito en honor al periodista.

12 sept 2012

El concepto

Joan Subirats sintetiza hoy en dos líneas de su artículo en El Pais una idea, un concepto, que a mucha gente le cuesta explicar y a bastantes más entender y que está detrás, seguramente, del hartazgo de muchos de los que ayer salieron a la calle.

"[...] Que la ordinalidad de la creación de riqueza no se vea alterada tras las transferencias realizadas entre comunidades autónomas"

O dándole una vuelta más de tuerca, que la solidaridad mal entendida no devenga injusticia.

3 ago 2012

Hair & politics


Políticas del pelo
Articulo publicado por Andres Hispano en el Cultura/s de la Vanguardia del 1 de agosto

Son de cada uno pero tienen significado social. Cambian con las modas, pero son siempre signo y máscara | El pelo siempre ha sido leído como significador social, distinguiendo géneros, generaciones y jerarquías | Las reglas de la moda sirven al pelo: nada dura mucho, lo que sirve allí quizá no sirva aquí; y todo se contagia | Hay una generación enemiga de su cabello, que sueña un peinado inalterable y, de patillas abajo, todo lo depila
No, no es lo mismo llevarlo corto que largo, greñudo que repeinado; no es lo mismo con barba que afeitado, peludo que depilado. Desde siempre, el pelo habla por nosotros y dice mucho de cada cual. Los pelos tienen, pues, sus significados, mucho menos inocentes de lo que a menudo podemos creer: los pelos son moda, pero son también política.



Pocos elementos de nuestro cuerpo han adquirido un valor comunicativo tan activo como el pelo, cosecha córnea de la piel que, debidamente organizada, puede decirmucho sobre lo que somos y aspiramos a ser. “Todos los peluqueros trabajan para el gobierno. Tus pelos son antenas. Captan señales del cosmos y las transmiten directamente al cerebro. Es por eso que los calvos no entienden nada”, dice un personaje iluminado en la reivindicable Withnail & I (Bruce Robinson,1987). La cita refleja perfectamente el prestigio que han tenido las melenas descuidadas entre los genios, artistas, librepensadores y revolucionarios en general. Y la asociación no es nueva, la expresión música de pelos largos se usaba mucho antes de que existieran The Beatles, pero para referirse a la música clásica, dada la gran cantidad de compositores que lucían cabello largo y alborotado. Hoy son más bien los directores de orquesta quienes lucen melenas imposibles, aunque la excentricidad capilar ha sido norma en la música pop, y muy habitual en mundo del arte, la moda y el cine. Capítulo aparte merecerían algunos sabios y científicos, que ilustran en sus (des)peinados su desprecio por las rutinas terrenales.

De lo que no hay duda es de que el pelo impone sus deberes y, poco o mucho, hay que disciplinarlo. Y de ese negociado, origen de modas y tradiciones, derivan no pocas contestaciones. El pelo ha sido leí- do siempre como un significador social, distinguiendo géneros, generaciones y jerarquías. Pequeñas alteraciones en el corte o el tocado han implicado evoluciones en la moda, distinciónentre clanes y hasta transgresiones inasumibles para la mayoría. En la mente de todos figuran movimientos como el hippismo, el punk o los skinheads, definidos precisamente por su estética capilar.

Pero no hace falta recurrir al shock con el que fueron recibidas aquellas tribus para darnos cuenta de hasta qué punto valoramos constantemente el pelo y su aspecto, ausencia o presencia. La prensa internacional, por ejemplo, ha comentado recientemente con asombro el experimento que lleva a cabo desde hace un año la periodista británica Emer O'toole, que no es otro que haber dejado de depilarse las axilas. No puede conseguirse más atención haciendo menos.

Los debates y microdebates en torno al pelo son constantes, basta guglear las palabras hair y politics para sorprenderse por algunos, sobre gente rechazada en el trabajo por su peinado, el sentido de las rastas en jóvenes blancos, el grado de negritud que pueden peinar los Obama sobre sus cabeza y otras pesquisas sobre ese tema tan delicado que se conoce como presidential hair, es decir, lo rígido que debe lucir el peinado de presidentes y presidenciables, sin llegar a parecer un personaje de Mattel.

Un presidente que, por lo visto, no atiende a recomendaciones es el nuestro, Artur Mas. Para Patrycia Centeno (Política y moda, Península, 2012), Artur Mas es poco menos que un adicto a la laca, alguien tan orgulloso de su casco capilar que haría suyas las palabras que Mitt Romney lanzo a sus oponentes en el 2008: “Decid lo que queráis, ¡pero de mi pelo, nada!”. La frasecita, aparentemente inocua, se volvió contra Romney poco después, cuando trascendió una novatada en la que participó en 1965, nada menos que humillar a un compañero de instituto cortándole el pelo, largo y teñido, entre insultos homófobos.

El pelo era en aquellos años, recordémoslo, poco menos que un manifiesto. Dylan había dicho en 1963: “Cuando miro a nuestros gobernantes y me doy cuenta de que no tienen ni un pelo en la cabeza, me deprimo”. Los años sesenta no sólo fueron los de la melena hippy, que unificaba escandalosamente a hombres y mujeres, fueron también los de los peinados afro, uniforme de activistas como Angela Davis, las barbas revolucionarias, y la sacralización del peluquero como mago de la moda. Desde Janis Joplin a Christine Keeler (la chica del escándalo Profumo peinada por Vidal Sasoon), pasando por Jean Seberg o Keith Richards, no hubo celebridad en la década de quien su pelo no dijera algo, políticamente interpretable. Estaba la canción que decía “Si vas a San Francisco, asegúrate de llevar flores en el pelo”, pero también los adhesivos que rezaban “Embellece América, córtate el pelo”. La idea de que al hombre le es apropiado el pelo corto, frente a la melena femenina, puede rastrearse hasta el mismísimo San Pablo, quien en su primera Carta a los corintios afirmaba que lo natural era que los hombres, para gloria deDios, llevaran el pelo corto y las mujeres, para gloria de Dios, no. Es por eso que loshombres se descubren al rezar y las mujeres se cubren al orar. Yo tampoco lo entiendo.

El antropólogo Desmond Morris (Manwatching, 1977), dijo respecto al pelo que “sus posibilidades son infinitas, pero nunca permanentes”. Nada lo es cuando se trata del pelo, lo que escandaliza en un tiempo y lugar es norma en otro. El Pedro Melenas de Heinrich Hoffman, ejemplo de todo lo que no debería hacer ni parecer un niño, es el niño hippy de los sesenta, el punki de los setenta o el grunge de los noventa. ¿Qué podríamos decir del niño de los ochenta? Pues que seguramente peinaba ese horror conocido como mullet, típico de la suburbia anglosajona más conservadora, pero que en nuestra geografía conocemos como cortilargo abertzale o corte Melendi.

En el pelo mandan las mismas reglas que rigen la moda en general: nada dura mucho, lo que funciona allí no tiene porque servir aquí y las tendencias se contagian de abajo hacia arriba y de los márgenes al centro. Es por eso que las adolescentes de hoy visten como las prostitutas de mediados del siglo XX, pero ese es otro tema.

Las cabezas rapadas, antes cosa de pandillas fascistoides, son hoy la solución estandarizada con que dignificar los procesos de calvicie, muy común además en el mundo de la cultura. Por el contrario, una cabellera demasiado cuidada, a lo Cristiano Ronaldo, es hoy vista como un signo de superficialidad y bajo nivel cultural. Es en estas cabezas, cuidadas, que no sembradas, en las quemejor puede apreciarse la traslación de influencias que ha hecho norma de lo marginal.Podemos observarlo en programas juveniles del tipo Hombres, mujeres y viceversa (ejemplo de la televisión como ingeniera social que será estudiada por sociólogos y antropólogos del futuro) en los que esta obsesión masculina, metrosexual, por el cabello mejor integra elementos étnicos (rapados laterales, perfiles asimétricos, dibujos afeitados) y contraculturales (pelopincho, coletillas) en lo que debe considerarse una apropiación asombrosa de cuanto era excéntrico hasta no hace mucho. El toque final a la paradoja lo ponen los piercings, tatuajes y camisetas ajustadas que uniformizan a todos y que nos devuelven a las fantasías portuarias de Genet, aunque habíamos quedado en que ese era otro tema.

Los antiguos signos que distinguían al salvaje y el disidente son hoy sello de conformismo y banalidad. Las lacas, fijadores y espumas son fundamentales en este proceso de asimilación, o domesticación, que exige obediencia al pelo. Se trata de una generación, quizás no lo sepan, enemiga de su propio cabello, que sueña con un peinado sólido e inalterable (la promesa más pronunciada en la publicidad cosmética), que lo depila todo de patillas para abajo y que prefiere cepillar extensiones antes que dejar crecer el pelo natural. Si las greñas de los hippies eran una metáfora generacional sobre los sueños de libertad, ¿qué nos dicen estos peinados de nuestros tiempos? Donde había alegría ya no hay pelo y sin pelo no es posible desmelenarse.

Fijar el pelo es reprimir los sueños, basta ver qué gente se engominaba tradicionalmente. ¿Cómo interpretar la cabellera engominada?

30 jul 2012

Cosas que Enric Gonzalez no se cree


Articulo publicado por Enric Gonzalez en Jot Down en julio de 2012


Nos creíamos ricos y somos pobres. Vale. Hay otras falsedades que hemos creído, o hemos querido creer, o quieren hacernos creer. Vamos con diez de ellas.

  • La transición del franquismo a la democracia fue un éxito. En un país como España, tan habituado a las guerras civiles y las dictaduras, vino a considerarse un triunfo histórico el hecho de que el cambio de régimen no fuera acompañado de matanzas generalizadas. Y superar la patética asonada del 23 de febrero de 1981 nos pareció el colmo de la madurez. La Transición, en realidad, fue un proceso relativamente superficial, tutelado por la entonces Comunidad Económica Europea y la OTAN y dirigido por los poderes fácticos (financieros y en menor medida religiosos), basado en un pacto de desmemoria, en la preservación de las estructuras de capital franquistas y en una serie de apaños lamentables, como el “café para todos” autonómico y la singularidad fiscal vasca. Se sacrificó la justicia en el altar del orden y, encima, se glorificó el resultado.
  • España entró en la modernidad. Ni de broma. Por debajo de los nuevos rascacielos, las infraestructuras de lujo y el consumo de tecnología importada quedaron un sistema judicial antiguo e ineficaz, una inexplicable incapacidad para invertir colectivamente en investigación y desarrollo y un montaje fiscal tan yeyé que todo lo hace al revés: fomenta el fraude (estimado en 70.000 millones anuales), da vidilla a una robusta economía sumergida y asfixia a los asalariados y a las empresas medianas.
  • Hubo un milagro económico. El supuesto milagro no fue otra cosa que un proceso de convergencia y unión monetaria con el resto de Europa, por el cual los tipos de interés quedaron por debajo de la inflación real y España se inundó de capital extranjero. Vendimos ladrillo, deuda y sol, lo cual equivale a plantar cizaña en el césped: las actividades especulativas desplazaron a las productivas. En realidad, sí hubo algo milagroso: que un mal encofrador ganara más que un buen médico. El gran problema de España es que carece de una economía realmente productiva y capaz de competir en el mundo, y por eso no crece, y por eso padece un desempleo endémico.
  • Nuestros jóvenes están muy bien preparados. Pues no. Los jóvenes españoles están, en general, muy bien titulados, pero los bien preparados son, en porcentaje, pocos más de los de siempre. La masificación universitaria y la falta de empleo han generado una insólita proliferación de posgraduados sin expectativas y una fatigosa abundancia de idiotas con máster. Faltan técnicos medios, falta espíritu emprendedor y faltan oportunidades.
  • Trabajamos poco. Cualquiera que haya vivido en España y en otros países sabe que, en comparación con bastantes de nuestros vecinos, los españoles trabajan y trabajan razonablemente bien. Otra cosa es la organización del trabajo. También es otra cosa lo poco que se incentiva el trabajo: a la sombra de un tentativo Estado del Bienestar se ha formado una espesa maleza disuasoria de subsidios e impuestos, y la llamada “cultura del pelotazo” (recuerden aquello que dijo Carlos Solchaga, ministro socialista, sobre lo fácil que era hacerse rico en España) ha hecho pensar que trabajar es de tontos.
  • Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Veamos. Las familias españolas deben unos 80.000 millones de euros y la suma se reduce cada mes. Si dividimos los 80.000 millones por diez millones de familias, o por cinco millones, sale un endeudamiento medio muy discreto. El gran problema son las hipotecas, pero no han sido los ciudadanos los que han creado la burbuja inmobiliaria ni los precios astronómicos de los pisos. Tampoco son culpables los ciudadanos de que el mercado de vivienda en alquiler sea raquítico. Las empresas españolas deben aproximadamente el doble que las familias, y el grueso de esa deuda corresponde a los grupos de mayor tamaño: Telefónica, superconstructoras, etcétera. O sea, que no. Los trabajadores hemos vivido según se podía vivir por las rentas y el crédito disponibles.
  • La inmigración ha sido un problema. No fastidiemos. Esa idiotez se desmonta por sí misma.
  • La culpa es de las autonomías. Hasta donde pudo entender el último que leyó la Constitución, las Comunidades Autónomas forman parte de la administración estatal. Han derrochado porque han montado sistemas clientelistas directamente emparentados con el antiguo caciquismo, pero sus problemas realmente serios corresponden a Seguridad Social, educación y otras competencias onerosas que fueron del Estado y se traspasaron a las autonomías. Los gobiernos autonómicos, con la excepción parcial del vasco, no recaudan pero gastan: eso es idóneo para propiciar el descontrol. El sistema se montó mal y funciona mal. Igual que la Unión Europea.
  • La culpa es de los políticos. Claro. Todo es culpa de esos políticos a los que nadie vota. Ya. Echemos un vistazo a nuestro alrededor: jueces, grandes empresarios, grupos de comunicación, estrellas televisivas. Mirémonos a nosotros mismos. Visto lo visto, ¿qué clase de políticos esperamos tener? Pues eso es lo que hay. Y si hemos consentido que los partidos se convirtieran en máquinas recaudadoras (por la vía legal y la ilegal) y avasallaran el terreno que debían ocupar las instituciones, los profesionales y la ciudadanía, algo de culpa nos tocará a la gente. No basta con trabajar y pagar los impuestos, hay que vigilar y exigir. Es muy probable que la actual clase política se desplome, como en otros países quebrados. Si creen que lo que vendrá luego será mejor, hicieron bien en votar a Zapatero (“la crisis es un tema opinable”) y a Rajoy (“los españoles merecen un Gobierno que no les mienta”), o a esos líderes nacionalistas que se envuelven en la bandera para encubrir lo que trincan.
  • Los mercados son irracionales. Los mercados, especialmente cuando no existe regulación, tienden al fraude, a la especulación, al abuso y al enriquecimiento indecente de quienes ocupan en ellos posiciones dominantes. Pero rara vez se comportan de forma irracional durante períodos prolongados. Lo que contemplamos ahora no son unas horas de pánico bursátil más o menos carente de fundamento, sino una resistencia generalizada a prestar dinero a Estados, instituciones públicas y empresas cuya capacidad de devolver los créditos resulta más que discutible. Porque, hay que insistir, cuando no se crece se va a la insolvencia. Cada vez que alguien hable de “mercados irracionales”, piense usted en lo bien que se lo montan los capitostes de las finanzas y ríase.

24 jul 2012

Segurament els JJOO també van ser això

Aprofitant les nombroses efemèrides olímpiques d'aquests dies, el Màrius Serra publica avui una columna a La Vanguardia on cita un altre article del Sergi Pàmies i acaba escribint:

"[...] El dissabte, en una columna al Viure intitulada "La caspa olímpica", Sergi Pàmies feia una pregunta llarga i sinuosa: "És un disbarat afirmar que l'ambició modernitzadora de 1992 va significar l'expropiació forçosa -i de vegades brutal- d'uns valors socioculturals populars i l'inici d'una grandiloqüència de nou ric i d'unes oportunitats de corrupció que encara estem pagant?". La resposta és sí. Un sí halitòsic que esclata com una bomba fètida en el podrimener dels nostres temps. A banda de totes les virtuts que ara sentim proclamar, els Jocs també van significar el tret de sortida de la cursa immobiliària que ens ha portat fins aquí. Els Jocs van enterrar la corrupció del franquisme per encetar la de la democràcia. Citius, altius, fortius."


I segurament tingui més raó que un sant.




4 jul 2012

La doctrina vital de Julio

"Pel que fa mi, personalment, com a pare i com a professor, el meu repertori de valors és prou simple i es resumeix en l’estrofa d’una cançó de Julio Iglesias que diu: “Siempre hay / por qué vivir, / por qué luchar / Siempre hay / por quién sufrir / y a quien amar”."
                           Manuel Delgado

28 jun 2012

El Morrot

El Morrot sigue estando básicamente donde siempre ha estado, pero con el tiempo se ha convertido en un lugar cada vez más difícil de encontrar y de reconocer. Como toda la ladera sur de Montjuic, donde Candel decía que la ciudad perdía su nombre, se trata de una zona privilegiada de la ciudad pero incomprensiblemente denostada, ignorada y estigmatizada. El último proyecto de transformación de este espacio ideado por el actual equipo de gobierno en el ayuntamiento, ha servido de excusa a Xavier Theros para hacer una hermosa crónica de este lugar tan especial.

27 de juny de 2012 - Xavier Theros

Memòries d’un penya-segat


El tranvía 48, a su paso por la carretera del Morrot, en una imagen de 1919. / A.T.V.
La muntanya de Montjuïc de Barcelona sempre ha estat un propòsit no realitzat. Com si es complís amb aquesta un antic malastruc, el lloc que va veure néixer la primitiva Barcelona, que havia de ser pulmó urbà, zona residencial o futur barri tecnològic, segueix arrossegant una llarga tradició de projectes estroncats. La presència del castell, dominant amb la seva silueta amenaçadora tota la plana, va resultar odiosa moltes dècades; despertava una por massa ben justificada. Quan Montjuïc va ser enjardinat el 1929, molts cregueren que es convertiria en un Central Park o Bois de Boulogne a la catalana. Però darrere d’aquesta façana turística i olímpica, encara s’amaga un territori deshabitat, amb una història plena de llegendes.
ON LA CIUTAT PERD EL SEU NOM
El Morrot és el nom que rep el vessant sud de Montjuïc, on la muntanya es precipita abruptament sobre el mar. Els forats de les seves roques acullen una reserva natural de xoriguers (falco tinnunculus), aus rapinyaires que comparteixen amb l’Ajuntament de Barcelona el control d’espècies com els coloms o les gavines. Aquesta paret rocallosa està coronada pel castell, entre el far i el cementiri del sud-oest. I sembla que va ser l’origen geològic del que avui és Barcelona. Ho explica el doctor en arquitectura Estanislau Roca: “En el període Miocè, el Morrot era un illot en el mar que aturava la sorra que portaven les onades, acumulant prou material com per formar una petita península i dibuixar així el litoral barceloní. Segles més tard, els ibers hi van construir la primitiva Barkeno. No va ser fins després de 1714, quan la muntanya va agafar mala imatge. El record dels bombardeigs dels generals Espartero (1842) i Prim (1843) i les històries de tortures i execucions al castell la van convertir en un símbol de l’opressió. Paradoxalment, sense els militars la muntanya hauria estat engolida per les cases”.
L’altre element que la va fer un lloc apartat van ser les pedreres, la més antiga de les quals era la de l’Esperó del Morrot, d’on va sortir la pedra per construir les muralles i els edificis de Barcelona. Se’n treia pedra molinera per les moles dels molins, i els carreus amb què es va aixecar la catedral, Santa Maria del Mar, l’hospital de la Santa Creu, la casa de l’Ardiaca i els palaus gòtics de la ciutat.
Fins a l’arribada de la totxana, totes les cases es van construir amb aquest material (el darrer edifici fet amb pedra de Montjuïc va ser el Banc d’Espanya de la plaça de Catalunya). Durant el segle XX hi van haver 25 pedreres en funcionament, tancades el 1955 pel risc de les voladures amb dinamita.
COVES I LLADRES
El Morrot sempre ha estat un lloc de coves, ja habitades en el Paleolític. Les restes arqueològiques més antigues de Barcelona s’han trobat aquí: un taller del 8.000 a.C., on s’explotava el jaspi groc o vermell de la muntanya per fer ganivets, puntes de fletxa o llança i eines. Quan els romans van traslladar la ciutat de Barkeno al turó del Taber, sota els penya-segats es va fer el primer port on s’obtenien les preuades ostres de Barcelona. Amb la caiguda de l’Imperi, les coves de Montjuïc van ser ocupades per anacoretes i eremites. I la muntanya màgica va ser colonitzada per capelles com les de Sant Julià, Sant Fructuós, Sant Bertran o Santa Madrona (la llegenda diu que va néixer en una cova del Morrot). Aquesta part de la muntanya també acollí els dos cementiris jueus de la ciutat medieval. En segles posteriors, les coves van ser habitades per bandolers i lladres. Corria la veu que hi havia enterrats tresors, com el que van trobar en un forat els constructors de la casa dels Cargols del Paral·lel. El 1641, en la revolta dels Segadors, el virrei de Catalunya es va amagar en una d’elles, on va ser detingut i executat pel poble. Al 1714, les tropes borbòniques detindrien al general Moragues en la cova dels Argenters.

Malfactors i misèria

X. T.
Tot i ser un lloc tan literari, pocs han estat els escriptors catalans que han parlat del Morrot. Sabem de les bandes de segrestadors que habitaven les seves coves el segle XIX per la novel·laBarcelona y sus misterios, d’Antoni Altadill. Un altre autor que va parlar d’aquests vorals va ser Juli Vallmitjana, en llibres com La Xava (Edicions de 1984) i Sota Montjuïc(Arola). En un altre registre es trobava Paco Candel, que reflectí les misèries del barraquisme i l’emigració aEls altres catalans (Edicions 62). El veïnat d’aquest racó també surt episòdicament aHa estallado la paz (Planeta) de Josep Maria Gironella, Una hereva de Barcelona (Ed. 62) de Sergio Vila-Sanjuán, La ciudad de los prodigios (Seix Barral) d’Eduardo Mendoza, oLa petita mort (Plaza & Janés) de Roser Caminals. Pel que fa a la crònica d’aquests espadats destaquen Las calles del pecado (Petronio) de Joan Llarch, Can Tunis, l’ocàs d’un barri (Generalitat de Catalunya), de Julio Baños, oMontjuïc, la muntanya de la ciutat (Institut d’Estudis Catalans), d’Estanislau Roca, amb què va obtenir el premi Domènech i Montaner.
El 1896 el que van trobar va ser un nen assassinat, que commocionà la ciutat. Durant la Primera Guerra Mundial, molts desertors europeus les van habitar; i en temps del pistolerisme s’hi van localitzar amagatalls d’armes i explosius. Tot aquest món subterrani va ser parcialment tapiat durant les obres de l’Exposició de 1929, malgrat que cinc anys després la policia encara va fer una gran batuda per detenir els delinqüents que hi vivien. En la postguerra s’hi refugiarien alguns republicans que no van poder fugir de les autoritats franquistes. El 1963 un home va caure accidentalment en una cova (fet que es repetiria al 1966 i al 1967). I el 1978 es va produir una baralla a cops de puny entre indigents per la propietat d’un avenç. De manera inesperada, al 2006 es van detectar nous habitants en alguna de les coves de la muntanya.
Jaume Susany és membre del Centre d’Estudis de Montjuïc. La seva afició l’ha portat a buscar els túnels del castell: “La de Montjuïc és l’única fortalesa del seu tipus sense camins subterranis coneguts. Però que no siguin de coneixement públic no vol dir que no existeixin. Sabem que el Tren de la Bruixa del Parc d’Atraccions era un tros del túnel que feien servir els militars per transportar municions fins a la bateria d’artilleria de Bellavista, una de les que hi havia a la muntanya. I a la carretera de Montjuïc, davant del carrer Cabanes es conserva una porta tapiada d’un altre passadís”.
A LA ‘CURVA’...
En una de les seves rumbes, el cantant Gato Pérez descrivia aquests espadats com un lloc: “A mig camí del port, on Montjuïc i El Prat es fonen en terrenys guanyats al mar”. Per anar-hi s’havia de passar per la carretera del Morrot, on estava la famosa curva que ell va cantar. Aquest antic camí anava des de les Drassanes fins a Can Tunis, i el XIX era el destí preferit pels suïcides romàntics que es llençaven al mar. En aquells anys, quan hi havia tempesta les onades tallaven la carretera. El pas també era interromput quan feien pràctiques de tir des del castell o quan hi havia esllavissades, molt freqüents. De l’antiga carretera encara se’n pot veure algun tram sota l’actual Ronda del Litoral, construïda entre les dècades de 1970 i 1980.
Per la carretera del Morrot circulava el tramvia 48, dels més peculiars del transport públic barceloní. En aquesta línia havia treballat un jove arquitecte anomenat Antoni Gaudí, que moriria anys després atropellat per un tramvia. Va entrar en funcionament el 1905, amb un trajecte que anava des de la Rambla fins als banys Zoraida i l’hipòdrom de Can Tunis. Llavors semblava que aquesta zona li faria la competència a la Barceloneta com a lloc de bany i d’oci. Però després de la Guerra Civil, el 48 es va convertir en el tramvia del cementiri (Atraccions Apolo-Fossar de Montjuïc). Les esllavissades van fer que fos considerada una línia poc segura; i quan va ser suprimida el 1963 feia el recorregut Palau-Cementiri.
Durant molt de temps, en el moll del Morrot era on feien la quarantena les naus sospitoses de dur malalts a bord. Llavors era una zona de poc tràfic marítim, fins que el 1908 es va construir la dàrsena. A partir de 1914, davant mateix van aparèixer les muscleres del Morrot, on dos anys després es van rodar imatges de la pel·lícula La vida de Colón, de Gérard Bourgeois. I durant l’epidèmia de la grip espanyola de 1918 es va instal·lar un campament sanitari. Per les mateixes dates, s’obria aquí la primera base hidronaval de la Península, en funcionament fins al 1961. Hi havia també els tallers de la Nueva Vulcano i els magatzems de la CAMPSA. A partir de 1950, la dàrsena del Morrot va ser ocupada quasi en exclusiva per les naus de la Sisena Flota dels Estats Units.
Al costat del moll hi ha l’estació del Morrot. Pertanyia a l’antiga línia MZA, i malgrat haver estat una de les candidates per acollir l’AVE, ha quedat com una estació de mercaderies. Dalt de la muntanya es troba el far, de 1906, poc conegut i reedificat el 1922 per l’arquitecte Josep Cabestany. És un edifici rectangular, amb dues plantes de totxana vermella, coronat per una torre cilíndrica, on fins a finals del XX hi va viure un farer. El far va ser automatitzat i ha quedat deshabitat; fins i tot es va parlar de fer-ne un restaurant. Ara fa 10 anys, l’arquitecte Josep Maria Botey remodelà l’espai: “El projecte era fer-hi la seu d’Activitats Socials de l’Autoritat Portuària de Barcelona. Havíem de rehabilitar l’interior i fer accessible la part del far, per fer-hi un petit museu”. Les obres es van acabar, però no ha estat obert. Encara el 2007 es va parlar de reconvertir-lo en un centre de documentació i observació de l’entorn natural. Però segueix tancat.
L’HOTEL TRANSEUNTE
Si passen per la Ronda del Litoral, veuran a la falda de Montjuïc una construcció amb sostre de volta, de difícil accés i amb la porta tapiada. És conegut com el Polvorí. Ho explica Joan Montoya, un enamorat dels esports de muntanya i l’espeleologia, que va ser-hi fa tres anys: “Són dues grans galeries de ciment armat connectades entre si, que en algun tram fan necessari l’ús de cordes. Hi vaig anar amb gent del grup GEXXI i del Club d’Exploradors de Llocs Abandonats (CELA). Estava ple de brossa, hi havia diaris de fa 30 anys, botelles, nines, restes de fogueres...”.
El túnel va ser construït durant la Guerra Civil per amagar-hi els magatzems de benzina de CAMPSA, que l’aviació italiana provava de destruir. Es va aprofitar una cova natural, a partir de la qual es van perforar dues galeries sobreposades. Tanmateix, en el bombardeig del juny de 1938, les bombes van fer explotar els dipòsits i les obres es van aturar. En la postguerra es va transformar en una ciutat de la misèria, on vivien els captaires més estripats. Llavors eren conegudes com les Coves d’Ali Baba, l’Hotel Transeunte o l’Hotel Montecarlo, per un cartell burleta que algú penjà a l’entrada. El perill d’esllavissades va fer que en els anys 60 fossin desnonades i tapiades.
Dels barris de barraques i del poblament informal en sap molt Julio Baños, membre de la Fundació Paco Candel i president dels Amics del Centre de Documentació Històrica Montjuïc-La Marina. Segons explica, “Can Tunis va ser una zona que —a finals del XIX— semblava una opció òptima per fer-hi un barri de categoria. Només hi havien masies i algun berenador, amb fama de menjar-s’hi el millor peix fresc i les millors angules pescades a la desembocadura del Llobregat. Els senyors de Barcelona venien fins aquí per anar a l’hipòdrom de Can Tunis. Però quan van fer el cementiri, l’espai es degradà. I en comptes d’un lloc selecte es convertí en un dels primers barris de barraques de Barcelona”.
Les primeres barraques del Morrot van aparèixer al 1870, quan va començar l’explotació intensiva de les pedreres. El veïnat era molt peculiar, i anava a retratar sovint el pintor Isidre Nonell. Les barraques allà eren coves excavades a la paret, amb una façana d’obra. Començaven a tocar de la fàbrica Rivière, després venien les del Huerto de la Paloma. I al final les de la Muntanyeta, amb edificacions tan ben fetes que, en ser traslladats els seus veïns, hi van instal·lar famílies de gitanos a qui les autoritats franquistes van prometre escoles, equipaments sanitaris i feina. Però de tot allò no es va fer res. Els serveis municipals les van tapiar quasi totes entre el 1952 i el 1953, després d’una esllavissada que va matar una família. Com recorda Baños: “Aquesta mena d’accidents era molt freqüent. Amb 15 o 16 anys era a la parada del tramvia i com que feia tard vaig decidir anar caminant. Sota el castell vaig veure els bombers, amb unes escales molt llargues. A la paret de roca hi havia un forat, i d’aquest en sortia una mà que demanava auxili”.
BLAU@ICTINEA, UN SOMNI
A Barcelona, cada projecte municipal inclou un barri de nova planta. Així, la Vila Olímpica va ser el referent de Pasqual Maragall, com el 22@ ho va ser de l’alcalde Joan Clos. Des de fa cinc anys, la nau insígnia de l’ajuntament Trias ha estat el Blau@Ictinea; nom força extravagant pel Morrot. Tanmateix, no és un projecte nou; segons l’arquitecte Roca: “Des que el 1914 Montjuïc va ser declarat d’utilitat pública, s’han succeït diversos plans d’edificar-hi habitatges”. Durant la dictadura de Primo de Rivera, l’arquitecte municipal Ferran Romeu ja va proposar la construcció d’un barri de xalets adossats. Acabada l’Exposició de 1929, Rubió i Tudurí projectà enderrocar els palaus i urbanitzar la muntanya. Dins d’aquest projecte, el GATPAC va proposar la construcció d’un ascensor que pugés des de l’estació del Morrot fins al castell.
L’escriptor Josep Pla mostrava l’estranyesa que en comptes de viure arran de mar, la burgesia de Barcelona preferia Collserola. Al 1960, amb la cessió del castell a l’Ajuntament, van haver-hi dos nous projectes; el primer de Josep Maria Bosch i Aymerich, i el segon dels arquitectes Bonet Castellana, Oriol Bohigas i Josep Martorell. Aquest pla especial tenia el patrocini de l’empresa BEOSA, que pretenia acabar amb el cementiri de Montjuïc per fer-hi un barri residencial i prolongar la ciutat per la façana marítima.
La proposta de Trias fou durant les municipals del 2007. El pla era construir 10.000 habitatges en un nou barri anomenat Blau@Ictinea. Però aviat es van veure les dificultats: calia traslladar l’estació de mercaderies i modificar la Ronda del Litoral. Això va reduir la xifra a 2.000 habitatges, amb espai per a empreses i sector terciari. Finalment, el projecte parlava de blocs d’oficines i usos hotelers. L’oposició recordà el perill de fer domicilis al costat del moll d’Inflamables. El Morrot és un espai molt conflictiu: el 1992 patí un xoc entre un tren de mercaderies i un camió cisterna; el 1996, una fuita de diòxid de sofre; el 2003, un incendi, i el 2008, una fuita química.
L’abril passat el ple municipal rebutjà el projecte. Tot i que CIU no hi renuncia, de moment és un altre dels propòsits no realitzats que han tingut la muntanya de Montjuïc per escenari.

15 jun 2012

El joc

"Se puede descubrir más cosas de una persona en una hora de juego, que en un año de conversación"
Platón

4 jun 2012

Canaletto i Lleida

No sé què té la llum d'aquesta fotografia, aquest cel, que sembla que el mateix Canaletto s'hagués acostat a Lleida a fer un dels seus quadres. La foto me la va enviar l'amic Alfred Sesma arran d'un petit incendi que hi va haver al casc antic.


8 may 2012

La geografía urbana como paisaje de letras

Adjunto la primera parte de un texto que Ricard Huerta, profesor de Educación Artística de la Universitat de Valencia, publicó en el Cultura/s del 29 de febrero pasado, que me ha hecho pensar en una de las cosas en las que más me fijo cuando viajo: la tipografía de los establecimientos y de las calles. En mi opinión estos estos rótulos determinan enormemente la calidad del paisaje urbano. Carteles de negocios, señales municipales, publicidades...por razones que se me escapan hay ciudades que cuidan o que parecen tener una cultura tipográfica notable mientras que otras se han entregado a una orgía de carteles de nuevo cuño, no siempre baratos, pero casi siempre horteras y sin ningún tipo de personalidad o gracia. Como en tantas otras cosas en esto también podríamos decir que antes se rotulaba mejor. O eso me parece a mi por lo menos.

Si como dice Huertas la tipografía de la vía pública contribuye a la construcción del paisaje urbano y por extensión a la visión que se tiene de la propia ciudad y si como también afirma, las ciudades tienen las letras que se merecen...pobrecita Lleida. 

Otro aspecto a destacar de este texto es la mención a un personaje que desconocía (Enric Crous-Vidal) de quien podeis encontrar más información aquí y aquí.

Anuncio del programa de Fiestas de Lleida, 1931-1932

Ricard Huerta
La ciudad empieza y termina donde asoman las letras. La tipografía es una senda que recorre las paredes de nuestras ciudades, donde se intercalan y superponen elementos que han ido acumulándose mediante roces y transiciones, a través de capas sedimentadas que dejan percibir, como estratos arqueológicos, un devenir de formas y texturas, desatando un acontecer humano, de calado artístico, con lecturas múltiples.

Gracias a los textos podemos disfrutar de un verdadero arte mural, por ello conviene un acercamiento estético hacia los letreros, los carteles y los grafitis. Cada mensaje escrito desencadena una tendencia lectora. Tanteamos su pronunciación, deletreamos el texto,y experimentamos otras sensaciones de tipo intuitivo que ponen en juego múltiples mecanismos de percepción.

Durante los años de escolarización aprendimos a leer y a escribir, pero en raras ocasiones nos instruyeron en lo relativo a las formas, los colores, las texturas o las posibilidades poéticas que encierran los artefactos visuales llamados letras.

Practicar el turismo de letras. Las ciudades muestran una cultura tipográfica propia perceptible al pasear por sus calles, lo que permite descubrir el corazón de su entidad en términos alfabéticos. La ciudad muta y crece en una espiral de contradicciones y sucesos, sorprendiendo por su capacidad de adaptación.

Las letras hablan de ella, recogen y muestran sus cambios y evolución, filtrando los deseos de sus gentes. De las letras y de la ciudad nos atrae la complejidad, la eficacia comunicativa. El concepto de palimpsesto (manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior casi borrada) sirve para identificar las señales y marcas de las letras urbanas.

Pasear por la ciudad supone rastrear el paisaje gráfico urbano, verdadera fuente de satisfacción visual, motivo de sensaciones que apuntan hacia lo social y lo colectivo. Al pasear nos convertimos en usuarios activos, participando de dicha realidad. Las calles y plazas ofrecen un relato urbano que genera un modelo de goce apasionante y un enriquecedor esquema de aprendizaje. Autores como Francesco Careri han reflexionado sobre el concepto del walkscapes, apadrinando un movimiento internacional que reivindica el ritual de perderse por la ciudad, incardinando un paseo a la deriva, algo que nosotros planteamos desde la perspectiva de un descubrimiento tipográfico.

Las letras definen la ciudad, la escriben y la construyen. La geografía urbana es en realidad un paisaje de letras cuyo perfil se dibuja en base a los signos alfabéticos que la pueblan. La ciudad es sobre todo un espacio escrito y cada ciudad tiene las letras que se merece.

En Nueva York nació el fenómeno del grafiti. Buenos Aires representa la tradición del filete. Barcelona
es una ciudad diseñada, con tradición centenaria en sus letreros comerciales, donde ejerce su labor Andreu Balius, quien siempre combinó la herencia con la actualidad, sin perder ni un ápice de ironía en sus reflexiones tipográficas. Lleida es una ciudad discretamente tipográfica. Me resultaba difícil entender por qué motivo la formación y la trayectoria del eminente Enric Crous-Vidal tenía precisamente en Lleida su espacio de referencia. Una de sus grandes creaciones de juventud fue la revista Arts, publicación mítica, aunque sus logros más importantes los consiguió en Francia tras su exilio forzoso. Como turista tipográfico me reconcilié
con Lleida al visitar su cementerio, ya que las lápidas de los años 30 reflejan una época de esplendor tipográfico, donde se intuye la huella de Crous-Vidal. Cada ciudad genera un modelo habitable y paseable cargado de sensaciones, cambiante y atractivo, complejo y vivo, como las letras que la visten.(...)


4 may 2012

Diseñando ideologías


En esta web hay muchos más trabajos tan bonitos como este del catalán Genís Carreras

¿Cómo se reconoce a un filósofo de derechas?

Copio este excelente artículo que publicó hace unos días Manuel Cruz en El País.

Antes de entrar en más afinados matices vaya por delante mi impresión de que en el ámbito de las ideas en este país ocurre algo parecido a lo que ocurre en el de la política. En este último, parece claro que un importante sector de la izquierda explotó, hasta dejarla exhausta, la identificación entre derecha y franquismo. La apuró tanto porque, sin duda, le había venido rindiendo durante años notables dividendos. Pero la identificación tenía fecha de caducidad, y hubo avisos de que tan fácil rentabilidad era el preludio de una ruina futura. Ya se vio lo que sucedía en el momento en el que aparecía algún joven dirigente del PP no identificado con las posiciones más extremas de su partido, capaz de asumir propuestas que en otros países asumiría sin pestañear un liberal conservador (como las de la legalización del matrimonio homosexual, la necesidad de promover y apoyar desde el Estado las diferentes lenguas y culturas existentes en el territorio nacional, la exigencia de luchar contra la corrupción o la conveniencia de ir introduciendo una perspectiva laica en determinadas esferas de la vida social): de inmediato dejaba con el paso cambiado, con esa imagenmoderna, a una izquierda confiada en detentar el monopolio de los ideales de la Ilustración, de la democracia deliberativa e incluso de la política misma.

Aunque el dibujo anterior se le pueda antojar sumario a alguien (e incluso es posible que en parte lo sea, pero en todo caso no mucho más que la realidad misma: ¿o es que se nos ha olvidado la campaña del doberman?), lo cierto es que da la sensación de que algunos de sus trazos los volvemos a encontrar cuando analizamos lo que viene sucediendo en el ámbito del pensamiento. En efecto, también aquí pareció consolidarse con los años un conjunto de expectativas que le endosaban al pensamiento conservador o de derechas una serie de rasgos específicos, de manera que cualquiera que no los compartiera, o marcara distancia respecto a ellos, pasaba a ser considerado por exclusión como inequívocamente progresista o de izquierdas.

La izquierda paga ahora haber limitado la batalla ideológica a identificar derecha con franquismo

Intentemos -en la medida de lo posible por tratarse de ideas- ser un poco concretos. Si, pongamos por caso, damos por descontado que todos los filósofos de derechas son siempre unos dogmáticos recalcitrantes, bastará con introducir oportunamente en cualquier texto el término "incertidumbre" para que quien lo haga quede nimbado con un aura de escepticismo crítico que muchos tienden a identificar sin mayor reflexión con una actitud progresista. No hay duda de que en su momento la idea de incertidumbre venía animada de un impulso revulsivo, radical, en la medida en que cumplía la función de impugnar las viejas certezas y los incuestionados convencimientos de cualquier tipo. Pero cada vez con mayor frecuencia constatamos lo fácil que resulta reconvertir el signo de la misma y ponerla al servicio de un fin más bien conservador, a base de transformarla en un posibilismo de baja intensidad.


La idea de incertidumbre, en efecto, posee algo de arma de doble filo. Porque, de un lado, resulta incontestable que en determinados momentos de la vida de los individuos y de los grupos humanos la aceptación de la incertidumbre se constituye en la oportunidad para que asuman radicalmente su propio destino, aceptando que ya no disponen del cobijo de lo seguro (por inexorable o por garantizado) y, por lo tanto, no les queda más remedio que ponerse en juego, que decidir, que hacerse cargo de su propia existencia sin posibilidad de endosarle a nada ni nadie exterior a sí mismos esa inalienable responsabilidad. Sin embargo, la incertidumbre también puede funcionar como la excusa perfecta que legitima la cobardía de no intervenir. Tal cosa sucede cuando se apela a ella como argumento para posponer cualquier actuación o intervención en el seno de lo real, como si la mencionada falta de seguridad constituyera una situación provisional o transitoria, susceptible de ser superada recurriendo a los remedios oportunos. (No otra, a fin de cuentas, era la música de fondo que parecía sonar tras las declaraciones de muchos críticos del 15-M -con Bauman a la cabeza- que, tras empezar reconociendo retóricamente lo mal que está todo, pasaban a destacar el déficit de discurso de los indignados y su falta de objetivos políticos definidos, para terminar proponiendo que se sustituyeran tan ciegas protestas por más estudio y análisis de las nuevas realidades desencadenantes de la indignación).

Basta con que alguien escriba en un medio progresista para dar por descontado que es de izquierdas

Consideraciones análogas podrían plantearse, por cambiar de ejemplo, respecto del concepto de utopía, cuyo empleo habría padecido también una notable mudanza. De ser reivindicado en el contexto político sesentayochista por los sectores pretendidamente más revolucionarios con el objeto de dejar atrás a los juzgados por ellos como tibios o reformistas, habría pasado a poder ser reclamado ahora por cualquiera, precisamente para compensar con una exagerada promesa de futuro una actitud en muchos casos perfectamente adaptativa en el presente. Lo utópico habría quedado convertido de esta manera en algo inocuo por completo. Hacer referencia a la utopía, en efecto, ha dejado de servir en nuestros días para identificar la adscripción ideológico-política de nuestro interlocutor. La utopía, entendida como ilusión abstracta situada en una posición de absoluta exterioridad, indiferente a sus condiciones de realización, puede ser utilizada incluso por el más reaccionario de los pensadores en la medida en que no plantea, por definición, la cuestión del presente en cuanto objeto de transformación posible.

Estos ejemplos, como cualesquiera de los muchos más que no costaría el menor esfuerzo traer a colación aquí, constituyen todo un indicio de la penuria teórica hacia la que se ha ido deslizando el pensamiento progresista. Tal ha sido el retroceso en materia de ideas que ha llegado un momento en que basta con que alguien escriba en un periódico de tendencia socialdemócrata o publique en una editorial de las que suele acoger a autores considerados como de izquierdas para dar por descontado, sin mayor escrutinio posterior, que el susodicho participa del espíritu de quienes le acogen. Pero que nadie se vaya a alarmar interpretando que lo que se pretende reivindicar aquí es alguna forma, adecuadamente puesta al día, de pureza de sangre en materia de ideas (pureza que, por cierto, para ser debidamente justificada requeriría a su vez de la existencia de alguna variante de comisarios políticos para asuntos teóricos, que se dedicaran a dictaminar quién posee y quién no los títulos para acreditarse de forma legítima como de los nuestros). O lo mismo desde otro lado: perdería su tiempo quien intentara inferir a quién o a quiénes mira de reojo este papel, como si el propósito del mismo hubiera sido en algún momento el de desenmascarar a alguien. En realidad, si algo tiene una mínima importancia es el convencimiento que subyace a todo lo planteado hasta aquí.


El significado de las ideas, como el de las palabras, depende del marco en el que se usan

Se trata del convencimiento, en el fondo bien modesto, de que de las ideas en general probablemente quepa predicar el mismo principio que Wittgenstein predicaba de las palabras, a saber, que su significado radica en último término en su uso. Pues bien, de modo análogo cabría afirmar no sólo que las ideas adoptan distintas tonalidades y determinaciones según su uso, sino que incluso adquieren un signo radicalmente diferente en función del marco discursivo en que se las emplee. Marco que, por cierto, podría de nuevo remitirnos al Wittgenstein que afirmaba que los usos en cuestión (y, por tanto, los discursos) se inscriben a su vez en formas de vida.

En resumidas cuentas: desconfíen ustedes (a no ser que sean de derechas, claro) de quienes jamás tienen presente en sus escritos a la creciente multitud de los que padecen en sus propias carnes el sufrimiento, el dolor o la explotación generados por una estructura social y económica injusta. Una ausencia tan clamorosa no puede ser olvido ni descuido: es opción firme y decidida. Legítima, por descontado, pero que más valdría, por el bien de todos, que quedara explicitada por sus autores. Aunque sólo fuera para evitar malentendidos. O, con más precisión, para saber con quién nos estamos jugando los cuartos (los nuestros, eso siempre).

19 mar 2012

Más sobre el peripatetismo


Y de repente otro texto que habla del andar y el desplazarse como formas de conocimiento y de reflexión. Este lo he sacado de El Pais y es de Antonio Fraguas.

Una vuelta a las andadas

El acto de desplazarse caminando resurge en el debate de la modernidad. Es una forma subversiva y reflexiva de estar en el mundo
 
Madrid, 18 de marzo de 2012
'Paseo por Kent' (2010), uno de los multitudinarios alardes del andar que consituyen las obras de Hamish Fulton / TURNER CONTEMPORARY

Andar es un acto aparentemente inútil e improductivo, en términos mercantilistas. No genera gasto ni consumo y da pie, nunca mejor dicho, al pensamiento y a cierta forma de resistencia. "Creo que no podría mantener la salud ni el ánimo sin dedicar al menos cuatro horas diarias, y habitualmente más, a deambular por bosques, colinas y praderas", decía Henry David Thoreau, abanderado de la desobediencia civil, en su obrita Caminar, un opúsculo de gran éxito en su época (siglo XIX) y que Árdora decidió reeditar hace meses. Es solo uno de los síntomas que indican que algo tan natural como andar está volviendo al debate cultural.
Más allá de imperativos cardiovasculares, caminar se revela como un acto de reflexión y de subversión en un mundo saturado de consumo y dióxido de carbono. "Da la impresión de que algunos de los aspectos literarios y espirituales del caminar están en proceso de recuperación, después de años sin haberlos mencionado", señala José Antonio Millán, escritor, editor y lingüista. Millán escribió en 1994 el artículo Caminante en un paisaje inmenso en un número monográfico de la revista Archipiélago.
El jueves pasado comenzaron los paseos con artistas en el AV Festival de Newcastle, una cita internacional de arte, tecnología, música y cine. Las caminatas compartidas entre el público y los creadores culminarán el día 31 con una slowalk (marcha lenta) a gran escala, una de las singulares obras de arte de Hamish Fulton.
En abril, Alberto Ruiz de Samaniego, Profesor de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad de Vigo, hablará en el Círculo de Bellas Artes de Madrid sobre Hombres que marchan. En torno a G. Perec. El próximo septiembre, en México, se celebrará la conferencia Walk 21, un movimiento internacional que busca potenciar el desarrollo de comunidades eficientes y saludables en las que "la gente elige andar". "Caminar significaría volver a plantearse movimientos en direcciones diferentes, locas, imprevisibles, pequeñas, volver a salvar obstáculos y al cansancio real, a las detenciones y los descansos, las emociones y el dinamismo que transitan y fatigan un cuerpo, un campo, una calle o un paisaje", apunta Ruiz de Samaniego.
El AV Festival de Newcastle ha empezado con los 'paseos con artistas'
La nómina de pensadores y escritores andariegos es abultada. "Robert Walser, gran caminante, estaba convencido, como Nietzsche, de que sin los paseos 'no podría escribir media letra más ni producir el más leve poema", recuerda Samaniego, quien en su conferencia intentará "establecer una especie de mapa o de árbol genealógico de esa práctica del caminar urbano en medio de la multitud y el asfalto que ha marcado a la modernidad desde Poe o Thomas De Quincey a Baudelaire y Benjamin, y que culmina, en el caso de Perec, con su novela y filme Un hombre que duerme".
Otro síntoma: estos días llega a las librerías El caminante de Hermann Hesse (editorial Caro Raggio). Cargado con acuarelas, el autor de Demian emplea sus rutas a pie por la Suiza italiana para reformular su individualismo emancipador. "La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo", reflexiona.
"Puede que muchos de los pensadores de la Antigüedad, no sólo los peripatéticos practicasen esta experiencia del pensar caminando. Es sabido que Sócrates deambulaba sin pausa por la ciudad, igual que, en la Academia de Platón y de Aristóteles, las sesiones se impartían caminando por los jardines", recuerda Ruiz de Samaniego. "Esa era la función de los claustros", indica Millán.
En tiempos de crisis (y no solo económica), andar es un acto doblemente subversivo. "Lo es claramente. Y además tiene un aspecto reivindicativo. Frente a las ciudades ocupadas por los coches y frente a la prepotencia de motoristas y ciclistas, que suelen ir por todas partes, hay que decir que los peatones estábamos primero", señala Millán.
En la primera línea de este combate que se libra paso a paso, están asociaciones como A Pie, de Madrid, y Cataluña Camina, de Barcelona. Sus reivindicaciones, La Carta de los Derechos del Peatón (de la Unión Europea ) y la Carta Internacional del Caminar (promovida por Walk21)

Bohigas: ciudad i cultura

Copio de El Pais la entrevista que Anatxu Zabalbeascoa le hizo el 16 de marzo de 2012 al maestro Bohigas. A sus 86 años mantiene intacta su lucidez y su espiritu moderno y radical. Después de la muerte de Manuel de Solá-Morales es uno de los pocos grandes que nos quedan, de los que mejor entendieron que la ciudad es el primer escenario de la cultura.




Es un testigo excepcional del siglo XX en Barcelona. Asocia su nombre a las plazas duras que cambiaron esa ciudad. Tras 60 años de profesión, asegura que le habría gustado estudiar más y actuar menos. Pero sigue yendo a trabajar temprano por la mañana. Sonríe más que nunca. Su gesto no ha perdido decisión, pero ha ganado en reposo. En la biblioteca de su estudio, en la plaza Real de Barcelona, la noticia de la muerte de su amigo Antoni Tàpies ha sido recortada de varios periódicos y, sobre la mesa, espera lectura. “En 60 años, la profesión de arquitecto ha cambiado dramáticamente. La gente encarga sus casas a constructores y a decoradores que resuelven los problemas con mentalidad antiuniversitaria, simplemente accediendo a todo lo que les pide el cliente. Pero también los médicos atraviesan un tiempo difícil…”.
¿Pinta mal? Mal o muy bien… para una revolución.
Que es lo que le gusta a usted… Claro.
Su aportación como concejal de cultura en el Ayuntamiento de Barcelona fue un informe pesimista sobre el futuro de la cultura. En 1990 había crisis de presupuesto e incapacidad para intervenir. Los que no éramos del partido recibíamos las rutas ya marcadas. Me salvó un poco ese estudio. Traté de analizar qué era lo mínimo que se necesitaba. En mi informe había previstas cuatro bibliotecas, hoy hay más de 30.
Cuando fue concejal de urbanismo, ¿le pasó lo mismo, se encontró las rutas ya marcadas? No. Eso sucedió en los ochenta, y en una década la política cambió muchísimo. En urbanismo sí pude aportar. El alcalde Narcís Serra se planteó una ciudad más pública, más de todos, y Pasqual Maragall lo continuó. Pero luego fue a peor. El conocimiento de los profesionales se despreciaba frente a la pertenencia al partido. El bastón de mando pasó de los técnicos politizados a los políticos partidistas. Se perdió una buena parte de la eficacia de la intervención de los profesionales en la Administración. Hoy los partidos políticos han tomado todo el poder y la intervención de la sociedad ha quedado anulada. En todos los partidos. Y no solo en Cataluña.

Luchar por los espacios públicos
Hijo único de un historiador autodidacto y de una burguesa apasionada por la música, Oriol Bohigas (Barcelona, 1925) vio cómo su padre custodiaba en Olot fondos de los museos de Barcelona durante la Guerra Civil y quiso ser historiador. Pero estudió arquitectura siguiendo a su amigo Josep Martorell, con quien formaría el estudio MBM.
Fundador de la primera asociación de diseño industrial de España, ADI FAD, en 1960, y de Edicions 62, participó en el encierro en Montserrat como protesta por el proceso de Burgos. Ese mismo año, 1970, perdió la plaza de catedrático por negarse a firmar los principios del Movimiento. Consejero urbanístico de Pasqual Maragall, en 1986 recibió el encargo de diseñar la Villa Olímpica de Barcelona. Su mayor trabajo como urbanista ha sido la lucha por recuperar espacios públicos.
De su época como concejal de urbanismo han pasado a la historia las famosas plazas duras. ¿Volvería a hacerlas? Las haría de nuevo. Pero las explicaría mejor. No se puede hacer una clasificación genérica. La plaza de Sants, que inició la protesta, está hecha por los ingenieros del ferrocarril y cubre vías de tren. No puede ser un jardín. Proponía convertir un espacio deshumanizado en un lugar de reunión y juego con elementos artificiales: pavimento, agua… Hoy está destrozada. Hemos tenido algunos ayuntamientos socialistas que han parecido dedicarse a destrozar lo que habían hecho sus colegas de partido. La situación de esa Plaça dels Països Catalans es bochornosa. Delata falta de conciencia y de dignidad urbana y política.
¿Ese destrozo es una constante en el urbanismo de Barcelona? Tras celebrar la recuperación de la fachada marítima, hoy se ha perdido de nuevo. Falta autoridad. El mando se puede explicar, consensuar incluso, pero no compartir. Cuando no hay un autor de las decisiones no hay tampoco un responsable. En la época de Narcís Serra, las grandes empresas promotoras y constructoras todavía no habían invadido la ciudad. Barcelona ha sido la ciudad más socialista de España porque ha sido gobernada durante años con proyectos de utilización ordenada del suelo público. Pero en los últimos tiempos ha habido muchos ejemplos de uso privativo frente al mar. Soy muy pesimista con el futuro de Europa y muy especialmente de España. Lo veo muy negro.
¿No ha visto nada así en toda su vida? Hoy comentar la política es difícil porque han decidido que nadie entendamos lo que pasa en la situación económica. Con la economización de la política ya no podemos hablar de política. ¿Quiénes son hoy los mercados? La política se ha hecho economía y ha desaparecido la democracia. Se puede ser demócrata y escuchar la opinión de todo el mundo en términos políticos y de vida cotidiana. Ahora, ser demócrata para saber qué hay que hacer con el déficit fiscal me parece imposible. Como me parece imposible ser demócrata en el programa de compra de cuadros para un museo. La economía de hoy se basa en la ignorancia premeditada del resto para mantener el privilegio de seguir equivocándose y no pagar los platos rotos.
Defiende la necesidad de autoría en las decisiones urbanísticas y, sin embargo, ha sido muy crítico con las provocaciones arquitectónicas. La extravagancia arquitectónica se ha dado en una época de carencia de autoridad arquitectónica. La autoridad es responsabilidad.
Es de los pocos que defienden un turismo de alpargata para su ciudad. Una ciudad equilibradamente turística es positiva. No solo por razones económicas, también porque una ciudad que merece ser visitada está mejor que la que no lo merece. Cuando escucho que la gente reclama un turismo de gran capacidad económica pienso que yo prefiero el de pocas posibilidades, que pueda venir cualquiera. Los progresistas y la gente deizquierdas de la ciudad se quejan. ¿Cómo puede un progresista convencido decir que el turismo está bien pero a condición de que sea rico? Es el colmo.
Se mitifica lo antiguo. Es una suerte vivir con las calles asfaltadas"
Igual no critican tanto que sea rico como que sea cívico o que la ciudad no expulse a sus habitantes para hacer más espacio para los hoteles. ¿Queremos ser una ciudad como Montecarlo?
¿Cada cuánto debe cambiar una ciudad? Su propio hijo Josep, que también es arquitecto, criticó el modelo Barcelona en un sonado artículo: ‘Cobi, vete ya’. Modelo es una palabra peligrosa. Lo que se hizo en Barcelona fue un modelo de método urbanístico: creer en el espacio público y eso sigue vigente y yo lo defendería. Si habla del modelo Barcelona como expansión con los Juegos Olímpicos –o luego otros inventos tipo el Forum–, ya me parece un poco exagerado. Se pueden idear proyectos urbanos sin la angustia de una ciudad temática o sin la pérdida de calidades de una ciudad con tradición propia.
Durante su vida, ¿qué ha perdido y qué ha ganado Barcelona? Ha ganado infinito. Como la Costa Brava. Hace años se hizo una exposición de fotografías del Cadaqués bueno, el de los años veinte. Me quedé asustado. Pensé: qué desgraciados eran al vivir en este lugar tan sucio, tan asqueroso y feo, y qué suerte tenemos ahora de vivir en un lugar con las calles asfaltadas y las casas acondicionadas. Se mitifica lo antiguo.
¿Usted no mitifica la ciudad de su infancia? Todo lo contrario. Mi Barcelona, hasta incluso después de casado, fue el Ensanche. Y allí las aceras no estaban pavimentadas. Había un metro de piedra junto a la puerta y el resto era barro. Era horroroso.
¿De evitar ese barro nacieron las plazas duras? Podría ser. Civilizar es pavimentar.
Eso da miedo… ¿No juega a las canicas con sus nietos en el parque? No voy, la verdad. Tampoco creo que les guste… Bueno, no sé. Los mayores tienen más de 18 años.
¿Cuántos tiene? Ocho. La mayor, de 24, y el menor, de cuatro.
Solo tiene un hijo arquitecto y nunca ha trabajado con usted. No ha querido.
Su segunda mujer tampoco. Sistemáticamente, no. Mi familia profesional son Martorell y Mackey y los sucesivos socios. Cuando empecé a ir con Bet, cada uno tenía su despacho. Tanto ella como mi hijo siempre han querido ser autónomos. Mi hijo hizo un esfuerzo importante. La tendencia de los hijos a trabajar con los padres genera un cierto tipo de relación y de arquitectura.
¿La voz propia solo se encuentra contra el padre? O en solitario. La libertad es cara, pero gratifica. Yo hubiera preferido tener a mi hijo por aquí. Como arquitecto me gusta mucho, ideológicamente estamos muy de acuerdo, pero… La libertad es cara.
Tiene cinco hijos. Se separó de su madre, pero los han criado juntos. ¿Cómo lo ha hecho? Pertenezco a una generación voluntariamente progre que dejó a los hijos muy sueltos. Nuestra apuesta era mucha libertad y mucha responsabilidad. Al final he tenido suerte. Son todos gente muy normal. Con cinco, lo lógico era que fallara alguno. Y no. Unos son mejores que otros, más cariñosos o más inteligentes, pero no me ha tocado nada malo. Yo soy hijo de la marca pedagógica del Instituto Escuela: absoluta libertad y absoluta exigencia de responsabilidad. No creo que sea tan trascendental la educación de los hijos. Al final acaban siendo como quieren. Lo más trascendental es el ejemplo. Lo decía Eugenio d’Ors. El prototipo de intelectual en Cataluña era hijo de médico porque estos, por su profesión, tenían muchos libros. No hay inteligencia superior alejada de los libros.
La gran arquitectura es la que interviene en el futuro de una nación"
Su padre era historiador. Trabajaba sobre todo en temas de historia de Barcelona. Tenía posibilidades, pero murió muy joven. Yo tenía 21 años y estaba estudiando arquitectura.
¿Qué valores vividos en su infancia ha trasladado a sus hijos? ¿Hay alguno que permanezca por encima de las generaciones? [Ríe]. Una de las cosas que más me gustan es que ninguno está casado.
Pero usted sí se casó. La primera vez sí. Pero ellos no quieren.
¿Y su madre qué opina? Es una mujer fantástica y civilizada. Ha comprendido todos los problemas y lo ha asimilado todo. Estamos de acuerdo en una educación a partir de la lucha contra la religión.
¿Ha sido mejor arquitecto o padre? Mis hijos dicen que arquitecto. A veces se quejan de que en la vida desordenada que llevábamos en los sesenta les tuvimos un poco olvidados. Supongo que entre viajes y trabajos… Un profesional con un poco de ganas de hacer se tiene que desprender bastante a menudo de la familia porque no le caben tantas cosas. Pero creo que hoy todo forma parte de su educación. Yo diría que hoy la juventud está educada en una situación de excesiva preponderancia y falta de sacrificio. Empezando porque la gente ya no aprende los modos de comportarse en lamesa o de abrir y cerrar una puerta, y acabando por la estructura mental. Hay una generación mimada en exceso.
Usted siempre ha defendido el cambio y por otro lado es muy protocolario. Le gustan las formas. Es una condición de lo que en Cataluña llamamos noucentisme, un mundo de catalanismo civilizado. Gente que quiere orden, pero libertad. Que entiende la educación como base para una igualdad general.
De conectar la arquitectura catalana con Europa pasó a fundar Edicions 62, a presidir la Fundación Miró, a ser concejal de urbanismo, luego de cultura… Toda una ajetreada vida pública y profesional. ¿Tiene la sensación de haber podido con todo? Casi con todo. Tal vez con menos dedicaciones hubiera podido tener actuaciones más eficaces.
¿Lo piensa de verdad? La cantidad hace pagar un precio. Dejé la dirección de la Escuela de Arquitectura un año antes de lo que me tocaba porque me llamaron del Ayuntamiento para que me hiciera cargo de la concejalía de urbanismo. A veces he pensado que con un año más hubiera podido acabar más cosas. Pero… de casi todo he dimitido antes de acabar para empezar otra cosa o enfadado.
Si volviera a empezar, ¿dedicaría más tiempo al estudio y menos al trabajo? Sí.
¿Qué hace entonces cada mañana en su despacho? ¿Estudia? Ya no hay tiempo de eso. Pero tengo el anhelo. Estoy escribiendo un libro de memorias y el otro día pensé que lo que realmente me gustaría es volver a hacer el bachillerato.
De la misma manera que buscó la pluralidad en la Villa Olímpica, se criticó la limpieza que hizo en el Raval, un barrio del corazón histórico barcelonés rehecho con tiralíneas. Es que yo soy partidario de la destrucción de los barrios viejos.
Cualquier día le tiran su casa en la plaza Real… Le convendría un poco de destrucción. Exagero, pero creo que el amor por lo antiguo es una posición reaccionaria. No es que a la gente le guste mucho la ciudad antigua, es que odian lo moderno. Porque no están acostumbrados. En verdad, si profundizas, prefieren lo moderno a lo antiguo. Pero la defensa de lo antiguo es una posición típica de las clases acomodadas. Hay momentos en que te asusta que gente que presume de progresista no defienda el derecho a tener un cuarto de baño para que las calles no cambien sus fachadas de piedra.
A veces los cascos antiguos ofrecen rincones que la ciudad hecha con tiralíneas destroza. Usted, como residente, lo sabrá bien. Sí. Pero muchas veces el tiralíneas lleva vida. Yo soy un entusiasta de la Via Laietana de Barcelona o de la Gran Vía de Madrid. ¿Se imagina las ciudades hoy sin esas calles? No hay que tener miedo a intervenir. Una ciudad tiene que servir. Todo el mundo quiere un baño y tiene derecho a tenerlo. Lo peor es que el que protesta contra lo moderno muchas veces tiene razón. Porque lo moderno rara vez está a la altura por incapacidad o por inmoralidad de los arquitectos. Tampoco es tan difícil hacer una cosa discreta en una ciudad antigua.
¿Hay mucha inmoralidad en la arquitectura? Una esencial: los arquitectos han perdido autoridad porque han perdido conocimiento y sociabilidad. No se trata de destruir ni de conservar, se trata de replantear, de equilibrar avanzando.
¿Qué les queda a los arquitectos? Ni dinero ni prestigio. En 1951, ser arquitecto era un acto de afirmación social. Teníamos éxito porque te ganabas la vida y tenías conocimiento y distinción en el campo de la cultura. Pero eso se acabó.
¿Qué puede hacer la gente para mejorar las ciudades?
"Portestar"
Un paseo por su álbum de fotos revela muchos cambios: de la corbata al pelo largo en menos de una década. ¿Qué le hizo cambiar? Los amigos. Hubo una época, cuando terminé la carrera, en la que tenía amigos mayores que yo: Coderch, Ribas Piera, Moragas, Gili… Cuando estos fueron desapareciendo me hice amigos más jóvenes que yo: Tusquets, Clotet… De manera que he sido siempre parte de un grupo distinto a mí. Eso me ha dado una proximidad al señor de corbata y sombrero en mi juventud y al pelo largo en mi madurez.
Entre su grupo de amigos estaba la ‘gauche divine’ de Bocaccio. Es dramático porque lo recuerdo como una época divertida y eficaz, pero fue un tiempo muy difícil, los últimos años de Franco. Supongo que había un ambiente parecido en Madrid. Nos habíamos comprado el primer seiscientos. No éramos ricos, pero teníamos comodidades. Se había abierto la libertad sexual. No había aparecido todavía el sida… Fue un momento precioso. Las noches de Bocaccio las recuerdo con afecto y admiración. De allí salieron los manifiestos a favor de los obreros multados, el encierro de Montserrat. De allí salió un grupo de magníficos editores, poetas y arquitectos. La Escuela de Barcelona literaria, arquitectónica, los nuevos médicos. Todo eso era gente que se divertía, que había adoptado la libertad como forma de vida, pero al mismo tiempo con una conciencia política muy importante.
Casi todos pasaron por la cárcel. Usted mismo, tres o cuatro veces. Sí. Me expulsaron dos veces de la escuela. Luego, con la muerte de Franco, me rehabilitaron.
¿Tenían menos miedo? Usted tenía cinco hijos que mantener… Pienso que la vida era más fácil. Creo que el euro nos ha inmovilizado. Nosotros protestábamos y sí, te enviaban al calabozo. Una vez me enviaron con Maria Aurèlia Capmany, y mi mujer nos trajo una tortilla de patatas que había comprado en un bar. Era tan mala que desde mi celda oía cómo Maria Aurèlia se reía y me gritaba que la tortilla nos la había enviado el jefe de policía.
No perdían el humor. Era todo tan ridículo… Salvador Espriu, que era muy maniático, se ponía al lado del agente con máquina de escribir y se dedicaba a corregir las faltas de ortografía de los informes que tecleaban para encarcelarnos. Les corregía incluso la puntuación.
¿Bocaccio fue más un grupo de amigos que un movimiento cultural? Sí. Pero todos éramos trabajadores del mundo cultural.
¿Cuál fue la persona más brillante de ese círculo? Los más brillantes eran los escritores. Y seguramente el que más Carlos Barral. Ferrater era muy inteligente. Pero brillante, incluso socialmente, fue Barral.
¿Usted es nacionalista o independentista? No soy nacionalista, ideología política típicamente reaccionaria. No soy separatista porque debemos unir y sumar en economía, cultura y política, en vez de desunir. Y si no, ojo con lo que puede pasar con Europa. Pero creo que las uniones (como las parejas) solo funcionan con una libertad pactada y consentida y un grado profundo de independencia. Aplicado a una nación o a un grupo social histórica y socialmente identificado, eso se traduce en la autodeterminación, que se puede considerar como una referencia independentista. En ese sentido me siento independentista, pero no nacionalista ni separatista. Como ocurre con las parejas: si no hay libertad e independencia, acaban en esclavitud o divorcio.
¿Quién manda hoy en las ciudades? En todas partes manda el mismo: el capital. Y ese es el gran drama: mientras manden lobbies para los que las crisis son incluso beneficiosas, será difícil salir de esta. Pero como soy muy partidario de la acción política, pienso que a pesar de lo mal que está todo, la política tiene un peso importante. Un ayuntamiento socialista y otro conservador hacen funcionar las ciudades de maneras muy distintas. No seamos tan pesimistas de pensar que la política no sirve para nada. La política sirve si logra convencer al ciudadano de que sirve. El ciudadano no debe desanimarse, sino animarse a intervenir.
Desde su capacidad crítica, ¿cómo juzga su propia obra como arquitecto? Todo lo que hemos hecho responde a lo que todavía hoy pensamos que era normal pensar que había que hacer. El momento del realismo, de la arquitectura pobre, repensar la ciudad y reorganizar los límites del espacio público… Hay algunas obras que eran muestra de cierta honestidad. Pero no soy un entusiasta de nuestras obras.
¿Lo haría todo igual? Seguramente todo distinto.
¿Pero viviría en los pisos que ha hecho? He vivido en muchos de ellos. Siempre he defendido que la arquitectura es una cosa modesta para que la gente viva bien, pero lo he dicho con la boca pequeña. Creo que la buena arquitectura no es exactamente que la gente viva bien, sino trabajar en la investigación que abra caminos para que en algún momento la gente pueda vivir bien.
¿Cree que los arquitectos no han sabido ser sociales? Visto universalmente, las grandes propuestas de investigación se deben a los arquitectos de los años veinte. Pero quedaron como algo elitista. Seguramente, decidir cuál debía ser el tamaño mínimo de una cocina ha sido un poco inútil. Hay problemas más importantes, como los económicos. Hoy parece que sí existe un tipo de arquitecto que está en eso. Lo veo en la generación de mi hijo. Y eso podría dar carácter a la nueva arquitectura.
¿Qué es para usted la gran arquitectura? Intervenir en el futuro de una nación. Soy muy partidario de Le Corbusier porque de la arquitectura hacía instrumento político. Pero es un momento perdido porque hoy hay poquísimos arquitectos, incluidos los mejores, que estén trabajando para mejorar la vida de la gente. Los que hablan más y son más escandalosos no se interesan por este tema.
¿Qué puede hacer la gente para que las ciudades sean mejores? Protestar.
¿Y los políticos? Enterarse de qué quiere decir hacer política y hacerla. Hoy los políticos son poco políticos en todo el mundo, pero especialmente en España.
¿Los arquitectos? Estudiar más y practicar más. Los arquitectos de posguerra podían hacer cosas que no nos gustaran, pero tenían tanto oficio que con una mirada sabían si algo estaba bien o fallaba.
Con 86 años y activo. ¿Cree que ha dejado ya un legado? No puedo pensar tan pretenciosamente, pero está claro que no me queda mucho tiempo para dejar más.
Tiene obras en marcha… Y mientras aguante seguiré trabajando. No se trata de dejar legado. Se trata de hacer el trabajo con cierta honestidad. Mirando hacia atrás, tuvimos épocas de viviendas, de escuelas y de fábricas. Y la que más me gusta es la de las escuelas. Cambiaron las escuelas y la sociedad.
Es difícil imaginarle a usted sin planes. Hubo una época en la que no tenía cinco minutos libres. Ahora de vez en cuando me encanta no hacer nada.
Sonríe más. Puede ser que vaya más descansado. Ahora que no tengo cargos, soy capaz de estar un cuarto de hora sin hacer nada. Y eso permite pensar, aunque… tampoco pienso tanto.
Camisas rojas, calcetines a rayas. Nunca ha sido un arquitecto vestido de negro. Siempre me han molestado los arquitectos que un día se pusieron todos de negro. Antes, en los años cincuenta, iban todos de gris, y antes, con pajarita. De repente, un día se pusieron de negro. Yo no he querido perder el color.