31 jul 2011

L'urbanisme noucentista

(extret del blog del Manuel Delgado)


El noucentisme es la versión catalana del Novecento italiano tiene una escasa producción arquitectónica, dejando de lado algunas cosas de Nebot, Puig i Gairalt o de Goday. Lo que realmente importa a los noucentistas es el urbanismo, siguiendo el modelo de institucionali­zación cultural de Prat de la Riba, con su proyecto de una construcción nacional de Catalunya de base fuertemente municipalista y metropolitana, los instrumentos principales del cual fueron la Mancomunitat y las diputaciones provinciales. No se ha de olvidar que para los hombres de la Lliga Regionalista –Cambó, Verdaguer i Callís, Puig i Cadafalch, Prat de la Riba mismo– la capital catalana tenía que ser el referente principal de todos sus planes de regeneración y modernización para el país, el epicentro de los cambios infraestructurales y relativos a la organización centralizada de la vida pública –sanidad, educación, cultura, bienestar social– que exigía el nuevo liderazgo del capitalismo financiero e industrial. Pero del noucentisme se toma, sobre todo, una doctrina sobre la Ciudad Ideal que apuesta por la asunción generalizada de lo que presentaban como “amor cívico”, triunfo de ideas abstractas de concordia civil sobre la conflictividad y el enfrentamiento entre clases, es decir lo que intentaba explicar que era hoy el ciudadanismo, ideología que las autoridades barcelonesas han asumido como propia y que es la que intentan aplicar tanto en las iniciativas urbanísticas como en la represión política de la disidencia y de cualquier indicio de conflictividad social que desmienta su sueño de un espacio público amable y previsible.



En la década de los años 20 del siglo pasado Barcelona conoció la importancia de ese modelo que anticipa el actual, basado, como os digo, en la asunción generalizada de ese triunfo de la civitas sobre la ciudad turbulenta de las luchas obreras. Una de las ideas claves era justamente la de Cultura como entidad superior en nombre de la cual calmar y sublimar la dimensión más pasional de las ciudades. Es fácil encontrar en la actualidad la presencia en los discursos oficiales –y las leyes y normativas de ellos derivadas– aquella misma obsesión noucentista por la armonía, el dominio racional y consensuado sobre las desavenencias, la conversión de la ciudad en un centro de ciencia, de arte y de cultura, sembrado por doquier de belleza pública. Deuda extraordinaria también con las propuestas para una urbanidad específicamente barcelonesa: templada, equilibrada, proporcionada, integradora, interclasista, regeneradora y regeneracionista, atenta a las pedagogías que se le imparten desde las instituciones. Una Barcelona a las antípodas de lo que Foix había llamado –en un artículo así titulado, en 1920– la Barcelonota, la ciudad fea, apropiada de y para la chusma y en la que la que vindicar el “buen gusto” podía ser provocador. En esa línea se encuentra la obra sobre todo de Eugeni d'Ors, de Jaume Bofill o, con matices, de Josep Carner.

Uno de los elementos claves de la estética noucentista está en ese acento por trasladar al plano formal en arquitectura y urbanismo esos ideales de armonía tan propios de la burguesía barcelonesa a lo largo de su historia, siempre acechada por la realidad de la Barcelona insurrecta que le hizo merecer el sobrenombre de Manchester del Sur o el Rosa de Fuego. Pienso sobre todo en esos edificios que recrean un cierto imaginario vernacular, muy en consanancia con el barroco mediterráneo –terracotas, esgrafiados, esculturas y mirales de resonancias clásicas, estucados… Me viene a la cabeza eso porque vivo muy cerca de dos muestras de esa tendencia, que son los complejos escolares, el Ramon Llull en Diagonal entre Sardenya y Sicília, y el Pau Vila, en el passeig Lluis Companys, al lado d’Arc de Trionf. Los dos son de Josep Goday y son significativos de la obsesión pedagogista de los noucentistas, con su concepción de que la humanidad podía mejorar de la mano de una debida formación en valores. Ya os dije que vivo en el barrio de Fort Pienc, donde tenéis también el trabajo de Josep Llinàs en el Centre Cívic, que me sirvió para poner de manifiesto mi admiración y adhesión a un tipo de arquitectura socialmente útil y nada arrogante, una diseño urbano que se pone al servicio del espacio público en el sentido positivo que defendí, como quintaescencia del espacio social.

Volviendo al noucentisme, de ahí su preocupación –restablecida tan enérgicamente hoy en día– por la decoración urbana y por otorgarle al arte público un papel central en un proyecto que se inspiraba en una cierta imagen de las ciudades clásicas o renacentistas, asociadas a la idea de ciudad como clave o metáfora de la nacionalidad e incluso del imperio. Fue aquella sensibilidad orientada al orden la que convocó a los artistas a que hicieran su aporte a una didáctica de los principios de civilidad, civismo y urbanidad y ayudaran a exorcizar con la belleza de sus obras expuestas en calles, jardines y plazas las amenazas constantes que acechaban desde el corazón mismo de la ciudad: el conflicto, el desorden que encarnaban los obreros y los sectores populares con sus antiestéticas luchas. Es en la década de 1920 que se extiende la convicción de que la propia ciudad debía ser considerada como una obra de arte, que en ella debía producirse la comunión mística entre urbe y creación. Para elloOo   se aplican principios de ordenación que enfatizan la domesticación de los entornos naturales, la generación de parques y jardines, la arquitectura y el urbanismo entendidos como discursos y, por descontado, el arte de la decoración y estetización de la vida urbana. Recordad que también es el noucentisme que asume una idea de “mediterraneidad” que, como se sabe, orientará retóricamente buena parte de las políticas urbanísticas de los ayuntamientos barceloneses de las últimas décadas –bajo la dictura y en democracia formal–, y que encontramos presente en la literatura, por ejemplo, de un Josep Maria López-Picó, y al que no es ajena a retórica reaccionaria de Paul Morand y del despuntante fascismo italiano.

Es en ese contexto que se produce la urbanización de la montaña de Montjuïc, diferentes parques públicos –Turó Park, la actual Plaça Francesc Macià– las rupturas la trama de Cerdà –avenidas Mistral, Roma, Gaudí; plaça Letamendi… Y la plaça de Catalunya, un proyecto de Puig i Cadafalch de 1923, luego modificada por Joaquim Llansó, Josep Cabestany y otro personaje clave, Nicolau Rubió i Tudurí, que se inaugura en 1927 de cara a la Exposición Universal del 29, un ejemplo perfecto de esa voluntad de unir el Barcelona burguesa del Eixample con la popular de Ciutat Vella, como señal de la ansiada reconciliación entre clases en una ciudad convulsa. De ahí también la omnipresencia de una estatuaria pública con aires clásicos, siempre en la línea de rendirle homenaje a la imaginaria ciudad griega o renacentista: Josep Clarà, Pau Gargallo, Josep Llimona, Enric Casanovas.

30 jul 2011

1 coche = 10 bicis

Nohasefaltadesirnadamás


Se lo he cogido prestado a Manu Fernández

15 jul 2011

Tot el que hi ha

Que l'amor és tot el que hi ha, és tot el que sabem de l'amor.
—Emily Dickinson, poeta nord-americana (1830-1886)
 

11 jul 2011

El marxista hormonal

Cesar Luis Menotti comentando la situación en argentina en una entrevista publicada en El Pais el 11 de julio de 2011


P. Yo creo que el profesor anda un poco devaluado...
R. No sé en España. Aquí hace 50 años que se produjo la desculturización. Es preocupante. La marginalidad ha llegado a la clase media-alta. Hubo quien se mató por las ocho horas de trabajo por jornada y ahora la gente hace 14 para poder vivir y no se queja...Eso sumado a que un país rico entre comillas produce miserables en el poder. Y lo primero que han hecho ha sido robarle a la gente el sentido de pertenencia. Parece que todo es suyo, incluso el futbol. Cuando el gobernador hace una calle parece que la ha pagado de su bolsillo. Nos robaron la música, nos roban los parques, las plazas y hasta el futbol. Y luego se extrañan que la gente se canse y acampe en las plazas.
P. ¿Les entiende?
R. Claro que les entiendo, esto es una mierda. No me quiero transformar en un escéptico, pero soy un pesimista feroz... Después de lo que he vivido, me siento un marxista hormonal, sin más explicación ideológica. Durante 70 años de mi vida he comprobado el desastre que ha hecho el capitalismo en todo lo que me rodea, incluido el futbol. Este país no tiene sentido.

8 jul 2011

Història de l'electricitat a Catalunya

Un reportatge que aporta quatre pizellades sobre la fascinant història de l'electrificació del pais a càrrec de Frederick Stark Pearson i la Barcelona Traction Company.  Un relat d'empresaris aventurers i visionaris que va suposar l'arribada de la modernitat a Catalunya des del Pirineu.





I per complementar-ho, un llibre de referència sobre el tema escrit per Joan Carles Alayo i publicat per Pagés Editors

Campos de futbol y espacio público

Acabo de descubrir un grupo en meipi dedicado a reflexionar sobre la función que pueden tener los campos de fútbol como espacio público y por tanto como punto de encuentro y escenario de múltiples actividades más allá de la práctica deportiva.
Así a primer golpe de vista parece que la mayoría de entradas se alejan un tanto del objetivo inicial ya que son básicamente denuncias de campos sobredimensionados o construidos en antiguas zonas verdes.

Al leerlo me he acordado de un proyecto que Maider López  hizo en el 2007 para la bienal de Sarjah en los Emiratos Árabes. Su intervención consistió en pintar un campo de futbol e instalar porterías en una plaza (?) sin tocar el mobiliario urbano existente (unas cuantas farolas y un banco). El resultado fué este



Intuyo que el concepto de espacio público en una sociedad como la de los Emiratos Árabes debe diferir bastante del nuestro, pero intento imaginar qué pasaría si hicieramos algo parecido aquí...toda una prueba de fuego para nuestros supuestamente queridos espacios de convivencia flexibles y multufincionales.