Josep Bohigas, hijo de Oriol, respondió con esta carta a una petición de Mariscal para colaborar con un artículo en un libro suyo de próxima aparición. Las valoraciones y los análisis sobre la ciudad no deberían ser solo científicos o técnicos sinó también sentimentales. 
Carta a Mariscal
Estimado Javier Mariscal:
Te escribo para declinar tu ofrecimiento de escribir un texto en el catálogo de tu exposición.
Te escribo para declinar tu ofrecimiento de escribir un texto en el catálogo de tu exposición.
Siento haber mareado la perdiz un par de semanas o tres, pero ha sido  el tiempo necesario para darme cuenta de que mis ocurrencias no aportan  nada interesante en la difícil tarea de hablar sobre tu extensa obra, y  mucho menos sobre ti. Entre otras cosas, porque apenas te conozco –yo  no te llamo Chavi, ni me he ido de marcha contigo, ni he trabajado para  ti, ni nada parecido–, ni tampoco conozco suficientemente tu trabajo  como para que a estas alturas pueda improvisar alguna teoría  transferible.
He de reconocer que, en una primera instancia, me sentí francamente  halagado por tu ofrecimiento. Mi ego me despistó, haciéndome creer que  podría entrar en tu mundo y descubrir algo relevante que nadie sabía,  algún tic, algún fallo en el sistema donde colarme para hacerte mío, y  una vez ahí, catapultarnos juntos a «vetetuasaberdónde». Incluso pensé  que gracias a ello nos haríamos colegas. Pero me temo que nada de eso va  a suceder…
Le pedí a Loles, de tu estudio, que me pasara de extranjis los textos  de tus amigos para orientarme un poco, pero el resultado fue todavía  peor, dando una estocada definitiva a mis intenciones. Me entró una  pereza infinita de evitar decir que eres inclasificable, genial,  memorión, talentoso, inagotable, veloz, optimista, generoso… y más  pereza todavía me dio evitar decir que eres envidioso, infiel, copión,  decorador, fumettista, marginal o gilipollas… Seguramente lo eres todo,  en especial para tus amigos, que a menudo demuestran lo mucho que te  quieren y lo mucho que te sufren a distancias no prudenciales.
Como tú, soy de los que suelo meterme inconscientemente en lugares  que desconozco, pero también soy de los que se quejan de quienes lo  hacen sin documentarse. Hablar de otro en público para hablar de uno  mismo es inevitable, y es una irresponsabilidad. Es una sensación amarga  que también he vivido en la persona de Oriol Bohigas (mi padre). Verlo  opinar de todo, y más que nada ver cómo lo han usado –con su  consentimiento, claro– para dar la puntilla con sus exabruptos, hasta  confundir lo que originariamente podría ser una crítica certera con una  salida de tono que contamina su personalidad. Una actitud que te he  visto practicar a ti también en numerosísimas ocasiones y que a menudo  me ha costado entender tu necesidad de hacerlo, por muy saludable que  parezca, y por muy jaleadas que hayan sido tus intervenciones. En eso  creo que os parecéis. Y no sólo en eso…
Por esta razón no puedo escribir lo que me pides. Cada vez que lo  intento, acabo enmarañado hablando de mí mismo, escribiendo animaladas  poco contrastadas, y éste no era el tema…. Sólo me veo capaz de enviarte  esta carta personal e intransferible donde expresar de una manera  imprecisa y escueta lo que para mí significas, sin necesidad de  preocuparme demasiado de si tengo o no justificación.
Decía que Bohigas y tú tenéis cosas en común… Al menos en lo que a mí  respecta. A los dos os considero responsables de mi amor incondicional  por esta ciudad, que nace y crece en los años ochenta, llegando a su  culminación al ver a Cobi alejándose de la ciudad a bordo de un barco de  papel al son de la música de Carles Santos. Ese momento representa  simbólicamente el fin de mi inocencia (y la de tantos), y el inicio de  un proceso de lento desengaño con Barcelona, una ciudad que hoy ya  llamamos mentirosa.
Para mí, sois dos caras de mi misma moneda, a la que incorporáis  imágenes complementarias de una ciudad que fue apasionada y apasionante,  y que hoy, a base de «villaolimpiquizarse» y «cobizarse», se ha  entretenido en la autocomplacencia hasta dilapidar el enorme potencial  que tenía.
Hemos pasado en pocos años del barcelonismo, basado en el optimismo  transformador y en un incipiente patriotismo urbano, a la barcelonitis,  una infección e inflamación exagerada de ese orgullo, donde, perdido el  modelo, sólo entrevemos simulacros del buen rollo a base de  interpretaciones poco justificables de vuestras primeras intenciones.
No sé a ti, pero a mí me ha aumentado la mala leche y tiendo a  reaccionar con poco entusiasmo frente a tales derivadas. Hoy ya no trago  ni con «Barcelona, posa’t guapa» –por muy buenos resultados que hubiese  dado en su momento– ni mucho menos con «Barcelona, la millor botiga del  món» o con «Visc a Barcelona» (¡qué lejos de aquel sintético «Bar, Cel,  Ona»!)… Son muchas las chorradas que reviven con nostalgia otro  sentimiento, y me saca de quicio ver cómo el talento (que lo hay) sigue  encallado en un espejismo del pasado y no se retroalimenta y regurgita  sobre realidades sociales más objetivas. Tal y como indica Manuel  Delgado en su libro La ciudad mentirosa, «el orden político – y un  ejército de arquitectos y diseñadores que lo obedecen- insiste en hacer  creer a todo el mundo su propia alucinación de una ciudad plenamente  desconflictivizada… Para ello, requiere inventar y publicitar este  principio de identidad que esconde la dimensión perpetuamente alterada  del universo que administra».
Hoy, Barcelona os necesita más que nunca para desactivar el monstruo  que habéis creado de la mano de los políticos, que tanto os quieren. Y,  siendo tú el más talentoso y al que más han malbaratado, deberías ser tú  también quien dé pistas sobre cómo poner fin a esta mentira.
¡Que se enteren de que Cobi se fue, y no volverá!
¡Que se enteren de que Cobi se fue, y no volverá!
Gracias y, una vez más, siento no poder corresponder tu ofrecimiento.
Un fuerte abrazo,
Un fuerte abrazo,
Josep Bohigas

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